Desmantelar

Siempre he creído que existe un aire romántico en el hecho de deshacer algo en lo que trabajaste mucho para construir. Como quitar pieza por pieza cada obra de arte que compone la exhibición después de haberlas colocado días antes de la inauguración con todo el entusiasmo del mundo.

O la gente que como mis padres trabajó por años construyendo una relación, una casa, una vida y al pasar el tiempo se dieron cuenta que necesitaban una nueva exhibición, que la de ellos ya estaba muy gastada, que se había hecho con materiales baratos y efímeros, que la pintura del enamoramiento no aguanta lo suficiente como para que la rayen con crayola los hijos. Entonces desmantelaron su matrimonio para dar paso a cosas mejores y diferentes.

Pasa así con mi carrera, que hoy termino y que al mismo tiempo termina conmigo, que me doy cuenta que no era suficiente, que ya no es tan hermosa como era antes, o peor aún, que lo sigue siendo, pero igual me hace falta un cambio de exhibición, pintar las paredes, cambiar las bases, tener otro artista. Dejar de poner tanto texto en la pared y enfocarme más en las pinturas que componen mi museo.

Pasa con las amistades fugaces, que como exposición de otro museo vienen solo de visita a enchular tus paredes y a traerte visitantes extranjeros sólo para desaparecer tiempo después sin dejar rastro ni pista de que alguna vez fueron parte importante de tu colección, aunque fuera prestada.

A veces no existen buenas razones para desmontar toda tu vida, y en otros casos nunca vas a encontrar una buena razón para dejarla puesta, por más bellas y valiosas que sean las piezas no siempre se acoplan a las nuevas exposiciones a las que se dirige tu vida, así como hay cuadros que combinan con todo. Sólo hay que saber encontrar la diferencia.