Escapar
- Afra Andrea "Ladish" G. H.
- 17 mar 2016
- 2 Min. de lectura

A veces te sientes perdido, tan fuera de lugar que pareciera que en realidad estás en el bosque, lejos de todo, fuera del estrés de vivir en rodeado de edificios, con la rapidez infinita de la información, el incesante odio de la gente que se traslada por la ciudad cuando son detenidos por el tráfico. Lejos de tus descansos de 10 minutos, únicamente dedicados a salir a fumar, porque obviamente la ley anti-tabaco no te permite tomar ese tipo de descansos dentro de tu oficina con aire acondicionado, o tal vez esos de 15 a 20 minutos para devorarte un sándwich con prisa porque siempre hay un lugar al cual regresar, a seguir trabajando, escribiendo, leyendo, hablando, corriendo.
A veces parece que en lugar de ir cuesta arriba por la banqueta rota de Campestre, vas caminando entre raíces de árboles, con unos pocos rayos de sol colándose entre las copas de estos, escuchando los varios sonidos que sólo la naturaleza causa, esos que no puedes reproducir con la computadora porque nada es igual, ni tiene ritmo, sólo está ahí.
A veces pasa que escuchas a los pájaros cantar afuera de la prisión que es tu oficina o tu salón y ya no estás ahí. Estás en un claro, sintiendo el pasto que te pica en los brazos, respirando el aire limpio, vacío de smog, impregnado de olor a tierra mojada y flores silvestres. Sin dudarlo aprietas la mano y descubres que sigues en tu silla y no hay pasto ahí, todavía estás atrapado en tu rutina.
A veces cuando estás en un lugar lleno y cerrado lo que de verdad sientes es que estás solo, caminando sin desesperación alguna, en la soledad acompañada que sólo puede proveer la naturaleza, que te recibe como un buen amigo al que no necesitas decirle nada para que comprenda todo lo que te está pasando, que te entienda aunque ni tú mismo lo hagas.
A veces la tristeza te abruma tanto que al pensar en el bosque, tan lleno de todo y tan vacío de lo demás, sin todas esas cosas que creemos necesitar y toda esa gente con la que pretendemos convivir, recuerdas que correr también está bien, aunque sea hacia el otro lado, a donde tu apretada agenda no te permite ir, ahí donde los pájaros cantan, el sol pinta y todos esos grillos que detestas ver en tu casa escriben poesía con sus delgadas patas. Por un rato vas a estar mejor si te vas.
A veces te das cuenta que está bien si necesitas escapar.
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